martes, febrero 20, 2007

UNA NOCHE EN LA CIUDAD

Una noche cualquiera de fin de semana. Alfonso está con unos amigos, en la cola de entrada de una de las discotecas de moda de la ciudad. Lleva alrededor de veinte minutos allí, avanzando sólo ocasionalmente algún pasito, cada vez más harto de las miradas de suficiencia de los gorilas de la puerta. A eso de unos cincuenta metros de distancia, un sujeto de aires prepotentes entrega un manojo de llaves a un chico que lleva una camiseta de la discoteca. A continuación, camina hacia la entrada, obviando la cola, extiende unos billetes a los gorilas y estos le dejan pasar. Los porteros se sonríen cuando el sujeto les da la espalda.

Alfonso y sus amigos por fin hacen su aparición en el interior del local. La música es fea y atronadora, y las chicas han adoptado formaciones defensivas imposibles de vencer sin artillería pesada, el único plan posible es inflarse a copas y hacer como que disfrutas meneando brazos y piernas. Apoyado sobre la barra, el sujeto de aires prepotentes está contando su vida a la camarera, que lo escucha mientras atiende a otros clientes.

Horas más tarde, Alfonso abandona la discoteca, con una sensación de hastío y de haber desperdiciado una noche más de su vida. Al lado de la salida, el sujeto de aires prepotentes está discutiendo con el encargado. Te repito que aquí no tenemos aparcacoches, Alfonso distingue la profesional voz del encargado entre el ruido ambiente, tú sabrás a quién has dejado las llaves de tu BMW. El sujeto ahora tiene el rostro desencajado y agita los brazos en todas las direcciones, aunque ahora sin ninguna relación con el bombardeo sonoro procedente de la cabina.

Cuando por fin llega a su casa, Alfonso todavía luce una sonrisa maliciosa, esta madrugada se siente mucho más dichoso que otras semejantes de fin de semana.

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