miércoles, febrero 21, 2007

SUEÑOS

Era la primera vez que experimentaba con un humano, y Mario sentía la gozosa presencia de un nudo en el estómago mientras practicaba los últimos ajustes a su máquina. Ya la había probado con diferentes especies de animales, y los resultados parecían haber sido buenos, pero esa noche podría ser la definitiva. Si todo va bien, se decía Mario a sí mismo mientras con dedos temblorosos se adhería las ventosas a ambas sienes, mañana me convido a mí mismo a un banquete de ostras con champán. Y luego me iré a ver alguna película de efectos especiales, la más descerebrada que haya en la cartelera.

No había habido manera de preguntar a las cobayas, zarigüeyas y chimpancés del laboratorio si las imágenes, obtenidas mediante los revolucionarios sensores oníricos que había inventado Mario, se correspondían con lo que habían generado sus cerebros mientras dormían, pero esa noche sería el propio científico el que se sometería a la prueba. Y por eso estaba examinando nerviosamente todos los botones y medidores de su creación, temeroso de algún despiste que mandara al traste el experimento.

Si esa noche fuera como las demás de los últimos meses, Mario se volvería a encontrar con ella, en algún luminoso jardín de la tierra de los sueños.

Mientras sus ojos se comenzaban a cerrar, Mario se preguntó si conseguiría mantenerse quieto dentro de las sábanas, y si sus manos no se enredarían con los cables y las ventosas.

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