viernes, febrero 02, 2007

EL TREN

Alrededor de las ocho de la mañana. Es todavía de noche cerrada, los rayos de una fría luna llena me han alumbrado mientras estaba en la estación. Viajo de Majadahonda a Nuevos Ministerios, hojeando unas páginas de la Historia de Roma, de Indro Montanelli.

Después de la batalla de Cannas, leo, Aníbal tuvo la oportunidad de lanzarse sobre Roma. Había aniquilado a la mayor parte del ejército, la ciudad estaba armando a batallones de niños que poco habrían podido hacer frente a las aguerridas tropas cartaginesas, su situación era parecida a la de París después de la batalla de Dunquerque, o la de Moscú antes de que llegaran las divisiones siberianas que la salvaron de los alemanes. Y Aníbal no se atrevió. En lugar de dar el golpe que habría decidido la guerra, y acaso cambiado el destino de la humanidad, se desvió y se fue a Capua. ¿Por qué?, pienso mientras los ojos se me empiezan a entornar.

No dura mucho mi duermevela, cuando el tren llega a la estación de Pirámides tengo de nuevo el libro abierto. Miro distraído a los pasajeros que entran. Hay una chica mona entre ellos, mis ojos la siguen mientras ella encuentra un asiento y despliega su periódico gratuito. Luego vuelven a enfrascarse en las batallas de la antigüedad.

Hace poco participé en una obra infantil, en la que unos niños subían en un tren hacia el oeste para salvar el mundo. Hoy, no hay nada épico en el viaje que estoy haciendo. El maquinista ha puesto la música de "Lawrence de Arabia" y suena a chiste, entre tanto rostro soñoliento.

O tal vez sí que haya algo hermoso en todos nosotros. Acaso el estar despiertos a estas horas bastardas, lejos de las sábanas, encaminándos a sabiendas hacia la rutina, la insatisfacción o el estrés, sea una pequeña forma de heroísmo. Ninguno de nosotros será Aníbal ni Escipión, a ninguno de nosotros nos espera un triunfo bañado en oro, vino y laureles, no llevamos coraza ni espada, pero de nuestro combate cotidiano no hay quien nos libre.

El tren sigue su recorrido, y cierro los ojos de nuevo. Coloco un marcador en el libro, y lo sujeto fuertemente para que no caiga al suelo.

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